Hoy le toca el turno a la segunda parte de muertes absurdas de personajes célebres, con una retahila de defunciones tan extravagantes como, en muchos casos, angustiosas.
El primero de esta lista es François Vatel (1631 – 1671), el chef de Luis XVI. Este cortesano de radical temperamento, se atravesó el corazón con una espada durante una cena multitudinaria en palacio para 2.000. La razón fue que el marisco no estaba llegando a las mesas a su hora.
Dumont d’Urville, el arqueólogo decimonónico que descubrío la Venus de Milo e hizo la primera expedición a la Antártida en unas misiones algo más que suicidas, tuvo la mala suerte de morir en uno de los transportes más seguros: el tren. Falleció en París en el primer gran accidente ferroviario de la historia.
La archifamosa Isadora Duncan, murió de una de las maneras más absurdas, desafortunadas y angustiosas posibles. Se le enganchó la bufanda que llevaba puesta en los radios de su coche y murió estrangulada.
Otra de las muertes más estúpidas fue la Joan, la mujer de William Burroughs, quien fue accidentalmente asesinada por el mismo en macabro show que practicaban a menudo. Burroughs tenía un revolver Colt 45, con el que jugaba con su esposa a Guillermo Tell, quien se ponía una manzana en la cabeza para que le disparase. En una de las demostraciones, su marido disparó acertando entre ceja y ceja a Joan, que murió de hemorragia cerebral.