El lugar dónde una persona más cloro puede tragar se encuentra en Bruselas (Bélgica). Se trata de Nemo33, la piscina más profunda del mundo, que, como su propio nombre indica, se hunde a 33 metros de la superficie. En ella caben 2500 metros cúbicos de agua, es decir, 2,5 millones de litros de agua que se mantienen a una temperatura de entre 30 y 33 grados con la ayuda de unos paneles de energía solar colocados en el techo del edificio.
La instalación está pensada para los entrenamientos de buceo, siendo, precisamente, un instructor de este deporte acuático quién la diseñara. John Beernaerts la construyó pensando que a los nuevos aficionados al buceo les vendría mejor practicar primero en una piscina antes de sumergirse en el Atlántico.
El vaso de la piscina está divido en cinco partes con distintas profundidades: una zona de iniciación, una zona de natación y una zona de descubrimiento que alcanza los 8 metros. Después se encuentran los fosos, el de iniciación llega a los 10 metros y el más profundo, para buceo experto, mide 6 metros de diámetro y 33 metros de profundidad. Las paredes de la piscina están decoradas con 14 ventanas para poder observar el exterior. Dentro de la construcción también se localizan varias cuevas submarinas donde es posible quitarse la máscara de buceo. La instalación costó 3,2 millones de euros y la obra duró 8 años, de 2000 a 2008.