Existe una patología que va más allá de los sueños eróticos y que ha causado más de un problema a la justicia. Se llama sexonambulismo y, como indica el nombre, tiene una relación muy directa con el sonambulismo, lo que conocemos como la repetición durante el sueño de conductas aprendidas en estado de vigilia. El sexonambulismo es algo parecido pero, a efectos, más grave. Se trata de un trastorno que consiste en mantener relaciones sexuales mientras se está dormido.
Lo padece un 7% de la población mundial, afecta más a los hombres y no tiene una cura definitiva, aunque se puede controlar con fármacos. Las consecuencias de que una enfermedad provoque que una persona mantenga relaciones sexuales con otra mientras está profundamente dormido ha provocado casos curiosos y quebraderos de cabeza para los órganos judiciales, como distinguir cuando se trata de sexonambulismo y cuando de una violación.
El caso más reciente se remonta al pasado mes de julio cuando el británico Stephen Lee Davis fue absuelto por violar a la hija de su novia de 16 años. Los argumentos que se aplican para la defensa de estos casos son los mismos que en los supuestos de sonambulismo: la persona afectada no es capaz de controlarse asimismo ni de acordarse de lo que ha pasado. El reto para los que estudian estos trastornos es ser capaces de demostrar si el acusado de violación sufre realmente de sexonambulismo o utiliza la enfermedad como excusa para librarse de responsabilidades penales.