McArthur Wheeler, era un conocido ladrón para los cuerpos policiales de varios estados de EE.UU. por su afición a los atracos a mano armada. En un intento de innovar en el arte del robo ideó un sistema para volverse invisible: rociarse la cara con zumo de limón. Antes de llevar a cabo lo que iba a ser su último golpe Wheeler realizó en casa las pruebas suficientes para demostrar que con el zumo de limón podía pasar desapercibido antes los ojos humanos y las cámaras de seguridad. O al menos, eso es lo que él creía.
Cuando la policía le pilló con las manos en la masa y el zumo de limón en la cara robando a plena luz del día en un banco de Pittsburgh, el delincuente no entendió como pudo ser sorprendido.
Por lo que parece, el detenido había estado probando en casa lo que tenía que ser un método infalible que en el momento previo al atraco había conseguido que sucediera. Utilizando la cámara de su móvil comprobó que su rostro no aparecía en la foto. El misterio, por ridículo que parezca, se explicaba en el hecho de que cuando Wheeler se sacó la foto el escozor de los ojos provocado por el zumo de limón le hizo desviar el objetivo unos centímetros, por lo que su cara quedó fuera de la instantánea.