El reloj biológico es como se le llama al mecanismo interno de los seres humanos, que les permite contar con una orientación temporal.
Nuestro reloj biológico se encarga de ordenar de manera temporal las actividades orgánicas propias de nuestro cuerpo.
Esto implica el desarrollo de ciclos que hace que cada cierta cantidad de horas tengamos hambre o sueño, por ejemplo. Tanto las secreciones glandulares, como la temperatura del cuerpo, la hora de despertarnos, el funcionamiento del corazón y otros órganos dependen de nuestro reloj biológico.
Si hacemos alguna actividad que altere la costumbre de nuestro reloj biológico, como pasar muchas horas sin dormir o sin comer, o viajar a otro continente y cambiar nuestro horario por completo, es posible que nuestro sistema entre en un desequilibrio.
Las personas que no mantienen un horario regular para alimentarse o aquellas que viven de noche y duermen de día experimentan diversos inconvenientes por alterar su reloj biológico: fatiga crónica, falta de apetito, depresión, etc.