Mujer que pasea por el bosque en pleno periodo menstrual, peligro potencial de ser devorada por un oso. Esa fue la creencia que en 1967 surgió en el Parque Nacional de Glacier en Montana (EE.UU) cuando dos mujeres aparecieron muertas tras ser atacadas por osos grizzlis, una de las especies más grandes de osos que existen. Sin llegar a desarrollar una investigación clara comenzó a crearse el rumor de que los animales se habían sentido atraídos por el olor menstrual de sus víctimas. Una cuestión que quedó por aclarar convirtiéndose en un mito hasta que, por fin, alguien se animó a disipar las dudas.
En 1993 The Journal of Wildlife Mangament publicó un estudio elaborado por la Oficina Forestal de los EE.UU desmintiendo que a los osos les atraiga el olor a sangre de menstruación. El primer experimento que realizaron fue atar a varias cañas de pescar 15 tampones usados y bolsitas de sangre uterina acercándolo a los osos mientras éstos comían entre basura orgánica. Los animales pasaron completamente de los tampones y sólo se preocuparon de la comida.
En el siguiente experimento colocaron en una especie de camping varios tampones con sangre menstrual humana y otros tantos con sangre de ternera. El resultado es que los primeros tampones que encontraron fueron los que tenían sangre de ternera.
La última prueba fue la más decisiva. Un grupo de seis mujeres voluntarias se animaron a convivir durante dos meses con los osos y a darles de comer. En este tiempo, los científicos observaron que el comportamiento de los osos no presentaba cambios significativos cuando se acercaban a oler la entrepierna de una mujer con la menstruación y cuando hacían lo mismo con la que no la tenía. De esta forma concluyeron que, aunque la sangre menstrual tenga un olor más fuerte que la sangre normal, ésta no aumenta la reacción violenta de un oso.