¿Por qué sólo nos reímos cuando nos hace cosquillas otra persona y no cuando nos las hacemos a nosotros mismos? La respuesta hay que buscarla en la capacidad de predicción de nuestro cerebro.
Cuando se va a llevar a cabo un movimiento el cerebro predice cómo va a ser ese movimiento basándose en las experiencias previas. De esta forma consigue distinguir que estímulos proceden de nuestros movimientos y cuáles vienen del exterior. Al proceder de nosotros mismos, el cerebelo predice la sensación y la cancela, por lo que se “desactiva” la alarma.
La explicación científica se realizó hace unos años en el Instituto de Neurología del University College de Londres donde se estudió con un escáner el cerebro de 16 personas mientras trataban de hacerse cosquillas así mismas en las palmas de las manos. Posteriormente repitieron el proceso siendo otras personas las que les hicieran las cosquillas.
De esta forma llegaron a la conclusión de que las regiones que responden al tacto y al placer se activaron mucho menos cuando las cosquillas se las hacía uno mismo. El cerebro predice las sensaciones que van a generarnos nuestros movimientos en el mismo momento en el que el sistema motor da la orden de ejecutarlos. Al no haber sorpresa en el estímulo-respuesta no se producen cosquillas.