El aterrizaje verde o descenso continuo consiste en que el avión realice los últimos kilómetros del vuelo con el motor al ralentí aprovechando el planeo. Se implantó como una mirada al ahorro para reducir el combustible, las emisiones de CO2 a la atmósfera y el ruido. Esta maniobra era habitual en el aeropuerto de Los Ángeles por lo que otras terminales imitaron la idea.
En España comenzó a practicarse en 2009 y se introdujo como norma que cuando el avión esté a unos 180 km de la pista el piloto debe colocar los motores al ralentí y descender planeando. De esta forma continuará hasta que se encuentre a 11 kilómetros del destino, momento en el se volverá a meter potencia al aparato para controlar la maniobra de aterrizaje.
La medida es una delicia, sobre todo para las compañías de bajo coste, puesto que supone un ahorro de entre 100 y 160 kilos de combustible en cada vuelo, y también para la atmósfera, que recibe entre 300 y 480 kilos menos de emisiones de CO2. A este beneficio se suman las poblaciones cercanas a los aeropuertos sobre las que sobrevuelan los aviones descendiendo el ruido entre 4 y 6 decibelios. Esta operación que ya lleva 3 años realizándose en algunos aeropuertos españoles no supone ningún riesgo de seguridad ni dificultad técnica para los pilotos, donde el único cambio que se puede percibir es que el tiempo de vuelo tan sólo aumenta en dos minutos.