Un grupo de investigadores de la universidad de Oxford llegó a la conclusión de que el sonido generado por los alimentos al momento de consumirlos, influye sobre nuestra percepción de frescura de ese producto.
Para demostrar su hipótesis pusieron a prueba a una serie de voluntarios, a los que se les dieron a comer papas Pringles, por su homogeneidad de forma, textura y su aroma.
La Comida Crujiente nos parece más fresca
Los voluntarios fueron encerrados en una cabina y se les pidió que masticaran las papas fritas primero con los incisivos y luego la masticaran. Los investigadores grabaron todos los sonidos generados dentro de la cabina y ese sonido era enviado a otro grupo de voluntarios que escuchaban a través de auriculares.
Los voluntarios que estaban escuchando debían asignarle a las papas (Solo por lo escuchado) una calificación de 1 a 100, donde cero es una papa blanda y 100 súper crujiente. Los sonidos que escuchaban eran ligeramente modificados por los investigadores, ampliando o reduciendo la señal sonora.
Pese a que todas las patatas eran idénticas, la nota sobre lo crujiente iba de 54 por término medio, cuando el sonido se había disminuido, a 85 cuando se había aumentado y, además, destacaban las frecuencias más altas. El sonido verdadero obtuvo como nota un 71.
La evaluación de la frescura siguió una curva muy parecida. Con un experimento relativamente sencillo lograron manipular las sensaciones de los participantes. Además, el 75 % de éstos pensaron que las patatas fritas que probaban procedían de paquetes distintos.