Una cleptocracia en términos simples se refiere a los gobiernos que en lugar de buscar el bien común, están centrados en el enriquecimiento propio de sus dirigentes, que se aprovechan de los recursos públicos.
Esto supone la institucionalización de la corrupción y del robo en beneficio de los gobernantes. Este tipo de sistema apela al clientelismo, al nepotismo y a otros mecanismos para saquear al Estado.
Aunque en todos los sistemas de gobierno se pueden registrar hechos de corrupción y acciones ilegales, lo que distingue a la cleptocracia es la extensión de estas prácticas a todos los ámbitos y como esencia del régimen. Esta particularidad garantiza la impunidad, ya que no hay sector del poder que esté exento del delito. Si el Poder Ejecutivo controla al Poder Legislativo y domina al Poder Judicial, la cleptocracia puede afianzarse y perpetuarse.
Las economías de los regímenes cleptocráticos tienden a decaer constantemente, pues la corrupción sistemática engendrada por el gobierno significa que la economía está subordinada a los intereses de los cleptócratas.
Históricamente, el ambiente sociopolítico asociado al sistema colonial —la dominación de países colonizados, en donde sus economías son muy vulnerables al depender por un número pequeño de materias primas— ha sido particularmente proclive a la creación de las últimas cleptocracias: África y América Latina son las regiones más propensas.